Para tener una mejor relación con los alimentos es muy importante estar conectados no solo con el aroma, colores o sabor, sino también con la textura de los mismos.
Muchas veces adquirimos alimentos porque son “crujientes” o “cremosos” y no tanto por el sabor o valor nutricional.
Al hablar sobre textura, nos referimos a la propiedad que puede ser percibida por nuestros sentidos, principalmente el tacto. La textura de los alimentos se determina por la cantidad de agua y grasa, así como las proteínas, fibras o almidones del alimento, el aroma, sabor y una buena presentación visual.
La textura es parte de la experiencia que tenemos al comer y nos servirá para:
Elegir el alimento y saber si está en buen estado o no, como lo hacemos al momento de elegir nuestras frutas y verduras en el mercado, tocamos si está firme o si está blanda para conocer la madurez.
También, nos ayuda para determinar la cantidad de alimento ingerido y lograr mejor sensación de saciedad; los alimentos sólidos conllevan mayor masticación que los blandos, por lo tanto, mandan la “señal de llegada de alimento” al cerebro y éste reconoce estar satisfecho, por lo tanto, hay “menos entrada de calorías” al organismo, y a su vez, el vaciamiento gástrico es más lento con alimentos sólidos que líquidos por lo que la sensación de saciedad durará más tiempo.
El proceso de masticación influirá en nuestras diferentes etapas de la vida, por ejemplo, masticar alimentos sólidos ayuda a que los pequeños puedan mudar sus dientes, pero a los adultos mayores les favorece masticar alimentos blandos para cuidar sus piezas dentales.
Es importante que desde pequeños tengamos una buena relación con los alimentos para poder aprovechar los nutrientes de todas las fuentes de alimentos, tanto blandos como sólidos.
Ayuda y motiva a tu pequeño a experimentar las diferentes texturas de los alimentos y disfruta el proceso con él.
L.N. Graciela Nike Mejía Espinosa
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